Monday, April 16, 2007 at 12:28 AM

Lacrimología (5)

El silencio

Ningún culto alternativo o tradicional va a seducirlo a sus años. Después de todo lo que ha visto. No es eso. Las doctrinas son para aprender de ellas, reflexionar la argumentación, desmontar sus precarias arquitecturas de palillos; no para seguirlas, no para sumarse a ninguna manada. Son para coleccionarlas, como el entomólogo diseca bichos en cajitas aterciopeladas. Estudia y repasa y vuelve a leer la información que ha conseguido, frases sueltas, datos aislados. Muy poco, demasiado poco. Si existió Robert P. Vincent y sintió en un momento dado una claridad del alma oculta en el interior de la montaña de dolor que se le vino encima, si ese hombre reanudó su vida bajo un paraguas de sentido que antes, posiblemente, ni siquiera intuía… Más allá de la puerta, está el libro de un ser iluminado por una sabiduría que muy pocos van a alcanzar, ni por un instante, en sus jodidas vidas. Se siente un heroínomano que quisiese chutarse y sólo consigue pensar en ello. Eso es dolor. El dolor le asegura al menos su lado físico; hace tangible el hueco. El deseo se prolonga y eso produce mayor dolor, retroalimenta la farsa. El silencio del judío lo desespera más que si le hubiese dado un ultimátum. Cuanto más crece el deseo, más le duele. Cuanto más dura el silencio, más sufre. Tiene algo de penetración torcida, de tenaza haciendo saltar tensos cables interiores. Ya no sale, ha abandonado las bibliotecas, ha dado por perdida la batalla. Suena dentro la afinación de unas cuerdas maniáticas, unos tambores asesinos, una fornicación sin miedo, sin pausa, sin esperanza alguna. La investigación ha terminado, él vuelve a encerrarse en la cámara. El tintín de los hielos invitándolo otra vez. Unas cuantas, mugrientas fotocopias, han pasado a convertirse en pedacitos de un centímetro cuadrado… Planeaba metérselos en la boca, tragarlos fragmento a fragmento, como penitencia. Pero en la deslavada luz de esa cocina ha tenido una revelación. Hará sonar, uno tras otro, sin tregua al silencio, los cinco discos de la banda, de la banda de rock, de los músicos de rock progresivo, de metal-rock-prog, inventores de tamaña broma. Esta vez, las carátulas, se las va a comer su tía. O la tortuga aligator, que debe andar por algún rincón. No, mejor no. La va a poner en la bañera, a ver si le muerde los huevos. Mientras, los hielos esta vez van a ir al vaso. Con whisky. El coleccionista no entiende de metal-prog-rock, pero esto no suena mal.

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