Saturday, December 16, 2006 at 12:45 AM

Concierto

Adán se aburría porque estaba solo, por eso fue creada Eva. A partir de aquel momento, el tedio hizo su aparición en el mundo, propagándose en la misma medida en que crecía la población. S. Kierkegaard

Claramente fuera de lugar, el coleccionista siente que se le viene encima el monstruo de la melancolía. Hace tanto tiempo que no se encuentra entre gente, que ha olvidado lo vulnerable que es en esas ocasiones. De ahí que rehúye estar en lugares públicos. De ahí que la cámara es su único habitat.

Todo a su alrededor se confabula para hacerle daño y no entiende qué le hizo salir. Sufre por el volumen de la música, sufre por los instrumentos que ponen en escena los sonidos, sufre por la increíble torpeza de los movimientos de aquellas personas, incapaces de solucionar la más mínima capa de intervalo. Busca sin descanso una vía de escape. Ha imaginado algo completamente distinto, pero en ese momento, la verdad, no encuentra en ninguna parte la voluntad necesaria para salir de allí. Sus piernas no le acompañan. Continúa en ese estrecho espacio limitado por los cuerpos de los más cercanos, con engrudo bajo sus pies.

Esos cuerpos en flagrante movimiento y la música (algo así como tribal, que no puede situar en ninguno de sus cajones de experiencia) producen en él una chorreante transpiración, un agitado ritmo. Demasiados estímulos al tiempo son el perfecto tobogán para caer en otro ataque melancólico, lo sabe, aunque en ese momento, el coleccionista no piensa en eso, no piensa, la música martillea y él tiene ante sus ojos uno, un solo estímulo, un punto en el espacio inmediato, un lugar que podría tocar con un breve movimiento de dedos, un pequeño hueco en el que reposaría su cabeza atormentada y podría mandar a la mierda toda su colección. Un hogar, laxo, tranquilo, seguro, físico, final, caliente. Dios, está empalmado. Está bailando.

Mind the gap

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