Wednesday, December 13, 2006 at 11:22 AM

Mind the gap (2)

Pobre coleccionista. Está tan imbuido de su propia e insana tristeza que nada le contenta. Tiene a su alrededor docenas de frases elegantes, otras sabias, formidables hallazgos del arte y la ciencia humanas, oscuros objetos extraídos a la naturaleza. No le importa si el mundo valora o no su colección, no le importa el mundo lo más mínimo. D´habitude. Lleva décadas practicando la meticulosa recopilación de maravillas por satisfacer su propia hambre estética.

Pero, hoy, hoy, no hay tesoro que le satisfaga. Siente ese espacio entre él y las cosas como si se tratara de un foso ardiente. Un vacío imposible de atravesar. Un vano, un intervalo. Una deshabitación alumbrada por la propia ineficacia de su inútil colección.

Su colección le ata a la realidad. Ésa es su misión, pero en sus galerías resuena un profundo y aletargado eco. Entonces, ha recordado que, cuando era más joven, cuando aún no tenía conciencia de su propia enfermedad, solía dejarse caer por los lugares donde los ecos constituyen un sonido, una sucesión de sonidos, una yuxtaposición de sonidos para formarse en melodías y armonías. Donde otras personas -no coleccionistas- iban a juntar sus cuerpos con los huecos del sonido, a llenar con sus movimientos los intervalos de la música.

Aún no ha perdido, del todo, las habilidades para estar en el mundo. Ha consultado una agenda de conciertos, ha llamado para comprar una entrada, y a las nueve en punto de la noche, desafiando al frío, ha llegado a la puerta de la sala. No sabía qué podía esperar, pero ha entrado a ver a un artista que, de seguro, tiene mucho que ver con su dolor insufrible. Su nombre no puede llevar a equívoco.

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