Mind the gap (1)
En estas, el coleccionista se encuentra como aquél que acaba de heredar la casa de sus abuelos, sin tener ni un remoto pensamiento de hacerlo, y con la casa le caen encima los testigos y vestigios de tres generaciones de personas. Tiene ante sí una inmensa cantidad de objetos que remiten todos a algo muy suyo, muy reconocible. Pero se trata de un conjunto sin sentido aparente, un amontonamiento de saber que está reclamando una vitrina temática, por así decir. Por experiencia, sabe que la cámara se va transformando conforme a las cualidades internas de la colección.
¿Qué tienen en común todos estos retales, todas estas piezas sueltas, toda la caterva de intuiciones guardadas en amorfos cajones? Se acerca y se aleja, alternativamente, de las cosas. Decide cambiar de dirección -continuar trabajando, para huir del ataque siempre inminente- y, buscando otra cosa, aparecen uno o dos flecos, alguien susurra una inesperada frase, y todo cobra un sentido suyo.
"Mind the gap, mind the gap", dice la electrificada voz dentro y fuera de los trenes. Mind the gap, mind the gap, mind the gap, se introduce como un mantra. Entonces se da perfecta cuenta de que sus pasos, y sus elecciones, han sido invisiblemente dirigidos por una tensa motivación.
Mind the gap, insiste, se trata del vacío, el hueco, el espacio nulo, la inconsistencia, la nada. No son las cosas, no, es lo contrario de las cosas, es el intervalo entre yo y las cosas. Tienes que llenarlo, piensa. Sabe de la inutilidad de la tarea, de toda tarea humana, pero se esfuerza por rellenar a todas horas el hueco feroz que le come el pecho. Otros lo empezaron antes que él y, aquel día, coloca casi feliz en su acristalada alacena la primera gema maravillosa bajo un nuevo rótulo: "Si alguien hace objeciones al tema o la forma de tratar este asunto y se pregunta por sus motivos, puedo alegar más de uno: escribo sobre la melancolía para estar ocupado en la manera de evitar la melancolía" (Robert Burton).
¿Qué tienen en común todos estos retales, todas estas piezas sueltas, toda la caterva de intuiciones guardadas en amorfos cajones? Se acerca y se aleja, alternativamente, de las cosas. Decide cambiar de dirección -continuar trabajando, para huir del ataque siempre inminente- y, buscando otra cosa, aparecen uno o dos flecos, alguien susurra una inesperada frase, y todo cobra un sentido suyo.
"Mind the gap, mind the gap", dice la electrificada voz dentro y fuera de los trenes. Mind the gap, mind the gap, mind the gap, se introduce como un mantra. Entonces se da perfecta cuenta de que sus pasos, y sus elecciones, han sido invisiblemente dirigidos por una tensa motivación.
Mind the gap, insiste, se trata del vacío, el hueco, el espacio nulo, la inconsistencia, la nada. No son las cosas, no, es lo contrario de las cosas, es el intervalo entre yo y las cosas. Tienes que llenarlo, piensa. Sabe de la inutilidad de la tarea, de toda tarea humana, pero se esfuerza por rellenar a todas horas el hueco feroz que le come el pecho. Otros lo empezaron antes que él y, aquel día, coloca casi feliz en su acristalada alacena la primera gema maravillosa bajo un nuevo rótulo: "Si alguien hace objeciones al tema o la forma de tratar este asunto y se pregunta por sus motivos, puedo alegar más de uno: escribo sobre la melancolía para estar ocupado en la manera de evitar la melancolía" (Robert Burton).
Labels: cámara, coleccionista, maravilla, maravillarse, melancolía, mind the gap, Robert Burton
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