A Alejandra Pizarnik la quisieron mucho, muchos. No se puede imaginar bien cuánto ni cuántos te pueden querer aun cuando has invertido tanto en ser una sombra detrás de las palabras.
Cortázar, amigo y mentor, le dedicó
un largo poema (he de imaginar que a su muerte) en el que la llama "bichito", y ellos sabrán por qué. Ahí le dejó letanía de tiernas imágenes y un extraño terceto (¿de somníferos?):
Animula el tabaco
Vagula Anaïs Nin
Blandula vodka tónic
Buscando, se encuentra la verdadera ubicación (¿la primera?) de la hermosa aliteración latina:
Animula vagula, blandula
hospes comesque corporis,
quae nunc abibis in loca
pallidula, rigida, nudula,
nec, ut soles, dabis iocos.
Publius Aelius Hadrianus (76-138)
Que un esforzado voluntario me tradujo así:
"Alma, vagabunda y cariñosa, huésped y compañera del cuerpo, ¿dónde vivirás? En lugares lívidos, severos y desnudos y jamás volverás a animarme como antes".
Cortázar se entremezcla, como personaje de su poema, con la voz del emperador, que quiso mucho, a uno. De un sólo tirón, se encuentra que 'Animula vagula blandula' es el encabezamiento elegido por Yourcenar para uno de los capítulos de
Memorias de Adriano. Claro. Cortázar, en París, enfrascado en la segunda lengua que tuvo por morada, tradujo las epístolas de la francesa. Y echaba de menos a la pequeña Alejandra.
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